ORO, CASTILLO DE
ORO, Castillo de
Estuvo situado en las proximidades de Salinas de Oro, donde al amparo de sus muros existió antiguamente un pequeño pueblo con ese mismo nombre. Según parece, en los primeros años del siglo XIII pertenecían pueblo y fortaleza al monasterio de Nájera, que los cedió el año 1223 al rey Sancho el Fuerte. Según una antigua tradición, en este castillo se refugiaron los reyes Ordoño y García a raíz de la célebre batalla de Valdejunquera.
En 1255, Teobaldo II y el obispo Pedro Ximénez de Gazólaz suscribieron una concordia acerca de la propiedad de este castillo y del de Monjardín; pero no recibió la aprobación del Papa. Más tarde, en 1276, García Ochoa de Opaco, prestó homenaje a la reina doña Juana, como gobernador de esta fortaleza. Nuevas negociaciones se llevaron a cabo en 1290 entre el rey Felipe de Francia y el obispo Miguel Pérez de Legarla, sin alcanzar ningún acuerdo tampoco en esta ocasión. Por estos años de finales del siglo XIII era alcalde del castillo Pedro Ximénez de Mirafuentes, con una retenencia de 8 libras y 40 cahíces.
El rey Felipe el Luengo y el obispo Arnaldo Barbazán llegaron a una concordia definitiva en 1319 sobre este castillo y el de Monjardín, así como la jurisdicción de Pamplona, sobre la base de dar la corona una renta anual de 500 libras. Se cumplió lo acordado entre ambas partes en 1321. Ese año pasó a ocupar el alcaldío Ferrán Pérez de Baquedano. Hacia 1332 le sucedió Pero Fernández de Eulate.
Reinando Carlos II, en 1357, percibía la retenencia García López de Baquedano, con obligación de visitar el castillo una vez al mes. En 1375 consta como alcaide Gonzalo Ibáñez de Vidaurreta, que gozaba también dispensa real del deber de residencia. Le sustituyó en 1384 Pedro González de Vidaurreta, que todavía continuaba en 1393. Posiblemente fue el último alcaide, pues según las cuentas del año 1405 para entonces el castillo se hallaba ya sin retenencia ni guarnición. Por esas fechas se hizo necesario fortificar la iglesia de Salinas de Oro para suplir de algún modo la función defensiva del abandonado castillo. A tal efecto Carlos III otorgó al lugar remisión de la mitad de los cuarteles que pagaba para obras defensivas en la iglesia y cortijo, a donde se retiraban en ocasiones de guerra o de peligro.
Según el historiador aragonés Zurita, el castillo de Oro fue mandado derribar nada más producirse la conquista de Navarra por Fernando el Católico. Posiblemente, la demolición tuvo lugar en 1516, cuando Cisneros decretó la de una serie de fortalezas del Reino.
Se mantuvo como coto redondo, propiedad, en 1802, del duque de Granada de Ega; finalmente fue incorporado al término de Salinas de Oro.