ORGANERO
Edad Media
La floreciente “Escuela navarra” de organeros tuvo un importante papel en la evolución del órgano ibérico durante los siglos XVII y XVIII. Las raíces de este desarrollo local han de buscarse más lejos en el tiempo, probablemente en el trasiego de maestros franco-flamencos durante el gobierno de Carlos de Viana. Ya en tiempos de Carlos III en Noble, consta la presencia en el Reino de organeros nórdicos y catalanes: Jaime Lorache trabajaba en Olite en 1401 haciendo “ciertos órganos para la capieilla del Rey”; Materna, “menestrel de órganos” era asalariado de la misma Corte (1402); Renalt de Norduch, alemán, “maestre de hacer órganos”, repara los pequeños de Palacio, así como los de la Reina y Sta. María de Olite (1412); en el mismo año está documentado un “maestre Alfonso, organero”; en 1442 se paga a Johan de Junquera “por unos órganos, un laúd y un clau (clave) comprados por el Príncipe”, etc. Algunos de estos maestros pasaron también, antes o después de su estancia en Navarra, por la Corte de Aragón. Todo ello permite suponer que la organería prerrenacentista navarra se relaciona más con Cataluña-Levante y Europa que con Castilla y el resto de España. Entre 1450 y 1550 hay un vacío que no permite seguir la evolución del fenómeno. A partir de 1550 aparecen de nuevo organeros flamencos: Guillaume de Lupe, Miguel de Borgoñón, Juan de Júnez, Gabriel de Lerice “de Urlians de Francia” y quizá (según Leocadio Hernández) hasta el mismo Guilles Brevos; probablemente la corriente organera franco-flamenca en Navarra no había sufrido interrupciones en el citado siglo (1450-1550) que sigue sin documentar.
Renacimiento
Los últimos maestros citados contribuyeron en la segunda mitad del siglo XVI, al despegue del órgano medieval (pequeño, con escasas posibilidades tímbricas) que se transformó hasta llegar al instrumento renacentista (el llamado órgano “analítico”, con algunas mixturas o diferencias que podían tañerse “todos juntos y cada uno por sí”). Junto a los maestros extranjeros hicieron su aparición también organeros autóctonos: Pedro de Almándoz (1551), Miguel de Aguirre (1597), Juan de La Fuente de Sangüesa (1544 y siguientes) etc.
El órgano ibérico en la segunda mitad del siglo XVI se enriquece con el hallazgo en España de los “juegos partidos”, aplicados por primera vez, al parecer, en Zaragoza por Guillaume de Lupe, organero muy vinculado a Navarra (trabajó en Tafalla, Aibar, Viana, etc).
Barroco
Los siglos XVII y XVIII representan la cumbre de las organería navarra, con figuras claves en la evolución del órgano ibérico, como José Sesma, Juan de Andueza, Félix de Yoldi, Juan Apecechea o Juan Tabar. Cualquiera de ellos, junto con el guipuzcoano Fray Joseph de Echabarría, pudo ser el “inventor” del llamado sistema de ecos y de colocación horizontal o “en artillería” de la lengüetería de fachada: desde Guipúzcoa, Aragón, Madrid o Navarra fueron entusiastas propagadores del hallazgo, que pronto llegó hasta el Sur de España. El apogeo de la organería alemana y francesa en los años 1680-1710, coincide con la etapa de mayor exuberancia barroca del órgano ibérico, gracias en buena parte a los organeros del Norte. Se añaden registros curiosos con efectos sonoros, tales como atabales, campanillas, pájaros, truenos, etc.
En Navarra quedan ejemplares bellísimos de la época: desde el humilde realejo de El Romero de Cascante fechado en 1699, hasta los fastuosos instrumentos de Santa María de Tafalla, Isaba, Fitero, etc., sin olvidar el órgano de Uztárroz, que se conserva intacto y es quizás el más auténtico de todos los del período barroco en Navarra.
Clasicismo
Las características del llamado “órgano clásico” coinciden en Navarra con las de otras regiones españolas, a excepción de cierta “pre-romantización” que en éstas señalan los especialistas, consistente en la desaparición de las mixturas. Este fenómeno no se observa en Navarra, donde los organeros locales repiten el esquema del órgano barroco hasta casi la mitad del siglo XIX (Lodosa, Andosilla, Arróniz, Añorbe, Barasoain, etc.). Ignoramos si nuestros maestros no estaban al tanto de otras corrientes o simplemente seguían satisfechos con los esquemas de órgano perfeccionados por sus antecesores.
Entre los principales organeros de la época destacan Diego y Antonio Gómez, ambos de Larraga. A finales del siglo XVIII ciertos aires de renovación introducidos por los Monturus de Francia (alumnos del célebre Dom Bedos) chocaron con los maestros conservadores de la vecina Rioja y, en concreto, con los de San Juan de Logroño, también activos en Navarra.
Las cajas de los instrumentos fueron encargadas a los mejores artistas, arquitectos y tallistas de la época: Diego de Camporredondo, Miguel de Zufía, Juan Ángel Nagusía, etc. En ellas se diferencian dos estilos que en parte coexisten: Rococó y Neoclásico. Este último aparece en los órganos de Navarra desde finales del siglo XVIII hasta 1899 (fachada del órgano de Ituren), a pesar de que desde mediados del siglo XIX se venían ya construyendo cajas en estilo Neogótico.
Romanticismo
La introducción del órgano plenamente romántico en España se produce en fechas muy tardías, prácticamente cuando en Europa finaliza ya el romanticismo musical. En Navarra en cambio coincide con la presencia más activa de organeros vascos y la menor importancia de maestros autóctonos. En 1831 murió el último gran organero navarro, Antonio Gómez de Larraga y a partir de entonces languideció la “Escuela navarra” de organería. Tras algunos años de inercia, en los que se repetían esquemas anteriores, a finales del siglo XIX se impuso la “moda francesa”, vía Guipúzcoa, Cinco Villas y Baztán. Los dos últimos valles citados arrinconaron sus “viejos” órganos e instalaron los nuevos instrumentos expresivos: Lesaca, Vera de Bidasoa, Echalar, Elizondo, Errazu, etc. El movimiento llegó también a Pamplona: San Cernin, Catedral, San Lorenzo, San Agustín, etc. Organeros foráneos, como el guipuzcoano Aquilino Amezua, Inchaurbe, Corti, los últimos Roqués, etc, siguiendo la moda del momento, reforman y “arreglan” la herencia de siglos anteriores. En general, la Ribera y el valle del Roncal permanecieron al margen del proceso (quizá por razones económicas), por lo que hoy en día conservan instrumentos de mayor antigüedad e interés histórico.
El siglo XX
En esta época continúa la influencia de organeros vascos y, a partir de 1940, y junto con la experiencia del sistema tubular (casas Amezúa, Dourte de Bilbao, Eleizgaray, etc.), Organería Española (con fábrica en Guipúzcoa) introduce el llamado órgano “neoclásico”. Se sustituyen, con un criterio a veces discutible, órganos históricos por “modernos” instrumentos eléctricos. Entre 1950 y 1980 se produjo un retroceso en la organería navarra; desaparecieron varios instrumentos barrocos o fueron sustituidos por órganos electrónicos.
El estudio-inventario de los órganos de Navarra, iniciado en 1977 por encargo de la Diputación Foral y publicado en 1985, arrojaba un balance de 161 órganos existentes todavía en la provincia, lo que suscita la necesidad de una política de restauración coherente y conservación de los mismos.
En este sentido surgió en 1984 la “Asociación Navarra de Amigos del Órgano” (ANAO) que, entre otras actividades, ha orientado la adjudicación de una beca para atender las técnicas especializadas de la organería. Se establecieron también algunos contactos entre el Arzobispo de Pamplona y el Gobierno de Navarra con el fin de crear un taller de organería.