ORBAITZETA, FÁBRICA DE
Barrio de Orbaitzeta, en el valle de Aézkoa, Merindad de Sangüesa. Surgió al calor de la Fábrica o ferrería que se levantó en el siglo XVIII, tras la cesión a la Corona de Monte Aézcoa, y que funcionó hasta finales del siglo XIX. El barrio tenía 9 casas habitadas en 1860, 82 habitantes en 1887, 35 en 1910, 38 en 1920, 48 en 1930, 36 en 1940, 47 en 1950, 41 en 1960, 38 en 1970 y 19 en 1981.
En 1496 los pueblos de Erro, Eugui, Iragui y Cilveti vendieron a José Aldaz una parte de los montes de Eugui y Legua Acotada, al parecer para abastecer de combustible las ferrerías, y algunos años después, ya en el siglo XVI, el emperador Carlos V adquirió tales derechos.
Existían ya, por lo tanto, en aquellos parajes del norte de Navarra unos establecimientos metalúrgicos; los cuales, en el siglo XVIII, funcionaban como fábrica de armas. En 1721 eran dos y pertenecían al marqués de Monterreal. En 1767 el propio marqués cedió tales pertenencias a la corona.
Para alimentar tales factorías, la propia corona (a la sazón reinaba Caros III, VI de Navarra) compró ocho años después, en 1775, los montes de Erreguerena y Artesiaga al marqués de Góngora. Pero la producción forestal de aquellos terrenos no parecía asegurar el abastecimiento necesario para una producción importante; los asesores del mismo rey aconsejaron levantar una fábrica de nueva planta en el propio corazón de los hayedos y pinares de la Aézcoa, en la cabecera del valle del Irati, sobre Orbaitzeta, en el lugar donde existía ya una ferrería que había pertenecido a los vizcondes de Echauz.
La localización debió de ser sugerida por las autoridades militares -concretamente el comisario ordenador de los reales ejércitos Vicente Domínguez y el capitán de artillería Santos Antía, que recorrieron la frontera navarra con ese fin-, y ellos mismos debieron de encargarse de conseguir que fueran las autoridades aezkoanas las que se adelantaran a pedir esa gracia de la corona -suponiendo que el establecimiento de tales factorías beneficiaría al valle- ofreciendo para ello al rey no sólo el terreno preciso sino también los montes con sus arboledas, minerales, ríos, etc., en 1784. En el mismo año 1784 se otorgó la escritura de cesión y no tardaron en comenzar las obras.
La cesión de los montes acarreó enseguida un pleito secular, primero porque los aezkoanos vieron que los mandatarios de la corona no respetaban las excepciones que se hicieron (sobre todo, las de que pudieran continuar aprovechando los montes en cuestión de pastos y agua para el ganado, leña o madera para las construcciones) y, después, porque la fábrica constituyó un fracaso y desapareció; la cesión de los montes quedó así como un regalo sin contrapartida. (Montes*).
Enseguida se puso de manifiesto que la fábrica se hallaba en muy mala situación geográfica, demasiado cerca de la frontera y, por tanto, a merced de los ejércitos enemigos. En 1789 estalló la Revolución en Francia y, al año siguiente soldados franceses la saquearon y quemaron por primera vez. Entre 1800 y 1805 tuvo que ser reconstruida; funcionó con normalidad en los años siguientes; pero, en 1808, el camino de la fábrica se convirtió en una de las principales vías de penetración de los invasores napoleónicos, que entraban por el llamado camino viejo de San Juan y, en la propia fábrica de Orbaitzeta, doblaban hacia Roncesvalles, por Navala, para tomar así la ruta que sigue la carretera que va de allí a Pamplona; de modo que las ferrerías fueron ocupadas y sirvieron para armar a los propios invasores.
En 1814 se hallaba nuevamente en manos españolas, pero en estado de abandono y sin que hubiese ánimos para reconstruirla. Tan es así, que a comienzos de la década de 1820 se había vuelto a plantear la posibilidad de dar por concluida su historia y recuperar los montes para la Aézkoa.
Hacia 1824, no obstante, la Dirección general de Artillería volvió a probar su funcionamiento; de entonces y de 1825 data una breve polémica entre las autoridades militares y los defensores de los intereses aezkoanos, que querían impedir la reanudación de los trabajos.
Con todo, volvió a entrar en funciones en 1828 y, en tal estado, pasó a manos de los carlistas en 1833. Se paralizó con la guerra y recomenzó a trabajar en 1844. En 1878, un informe indicaba que producía no mucho pero sí muy buen hierro colado (4.200 quintales métricos “de superior calidad”), que se llevaba a la fábrica de armas de Trubia, en lingotes, para transformarlo allí en armamento. Para lograr esa producción se empleaban 4.750 quintales de siderosa de la mina Arrullundieta y 4.750 de hematites roja de Oroz-Betelu.
En realidad, no era ya rentable. Su situación geográfica no sólo había facilitado las destrucciones y ocupaciones, sino que encarecía el transporte de la producción. Cerró definitivamente sus puertas en 1884.
En la década de 1980, el Gobierno de Navarra acometió la limpieza y consolidación de la fábrica mediante la creación de campos de trabajo estivales dirigidos por monitores y arqueólogos.
Bibliografía
A. Rabanal, Las reales fábricas de municiones de Eugui y Orbaiceta (Pamplona, 1987).