MÚZQUIZ Y GOYENECHE, MIGUEL DE
MÚZQUIZ Y GOYENECHE, Miguel de
(Elveta, 15.1.1719 -Madrid, 5.1.1785). Uno de los principales (y en cierto modo últimos) exponentes de la gran floración de baztaneses que, desde finales del XVII y durante todo el siglo XVIII, pasaron a Castilla, sobre todo a la corte, a Cádiz y América, para participar en la vida pública, política y económica de España, tras las huellas de Juan de Goyeneche*, a cuya familia pertenecía Múzquiz.
Oficial de la secretaría de Hacienda ya en 1739, en los años siguientes, debió de vincularse al grupo de políticos reformistas que enseguida encabezarían Campomanes, Floridablanca y el conde de Aranda. La plenitud de la gestión de Múzquiz comenzó en 1766, cuando, a raíz de la caída del marqués de Esquilache como consecuencia de las iras que su política de reformas había provocado en el pueblo de Madrid, Carlos III nombró, para sustituir al italiano, al propio Múzquiz secretario de Hacienda y a otro oriundo de Navarra, Juan Gregorio Muniáin*, secretario de Guerra, además de designar al conde de Aranda para la presidencia del Consejo de Castilla. En principio, Múzquiz se mantuvo en la órbita de Aranda y le secundó en proyectos tan importantes como la colonización de Sierra Morena, la imposición efectiva de la libertad del comercio de cereales (que se había declarado ya en 1765) y los intentos fracasados de reforma agraria. Pero luego tendió a independizarse y, sobre todo, desde 1780 actuó en relación más estrecha con el conde de Floridablanca. Desde esta misma fecha fue, además de ministro de Hacienda, ministro de Guerra.
Su tarea al frente de la Hacienda española se ha considerado una de las mejores del siglo XVIII. Intentó sin éxito implantar la contribución única (1769), la reforma fiscal por excelencia ansiada por los hacendistas de la Europa del XVIII para poner fin a la heterogeneidad y multitud y desigualdad de los impuestos de la época; unificó los aranceles aduaneros (1782) y respaldó los proyectos hacendísticos más importantes de Cabarrús: sobre todo la creación del Banco de San Carlos, antecedente del Banco de España, y la formación de la Compañía de Filipinas, para fomentar el comercio con el entonces archipiélago español; aunque algunos opinan que contribuyó, más tarde, a acabar con los privilegios de la Compañía. Había sido antes el inspirador de las leyes de 1778 -hito capital en la historia económica de España- que declararon la libertad de comercio con América en favor de todos los españoles. Rompió por otra parte la línea habitual de protección de las manufacturas reales, creadas principalmente por los Borbones anteriores, para fomentar en cambio la industria privada. A su muerte, Cabarrús le tributaría los mayores elogios, precisamente en el Elogio pronunciado en la sesión que, como homenaje póstumo, dedicó al navarro la Real Sociedad Matritense de los Amigos del País.
Parte de su actividad tiene que ver, paradójicamente, con el comienzo del cercenamiento definitivo de los fueros navarros. En efecto, fue el equipo de gobierno encabezado por el conde de Aranda, que llegó al poder a raíz del motín y la crisis política subsiguiente de 1766, el que comenzó a legislar sistemáticamente de forma que todas las medidas adoptadas para las coronas de Castilla y Aragón tuvieran vigencia en Navarra, fueran o no contrafueros. Y Múzquiz en persona, sin duda con tiento y buen estilo, fue desde 1766 quien hizo saber a los miembros de la Diputación de este reino y a sus Cortes, según los casos, cuáles eran los deseos del rey y la conveniencia de plegarse a ellos. De los años de presencia del baztanés en la secretaría de Hacienda datan hechos tan importantes como la inclusión de Navarra en los reemplazos del ejército español (desde 1770); inclusión trascendental desde el punto de vista del respeto del fuero, en la que desempeñó un papel tanto o más importante que el de Múzquiz otro hombre ligado a Navarra y a la sazón secretario de Guerra, el ya citado Juan Gregorio Muniáin. Múzquiz fue asimismo quien presionó a la Diputación y a las Cortes, sobre todo las de 1780, para el aumento del donativo.
Fue marqués de Villar de Ladrón, luego conde de Gausa.
Bibliografía
: Actas de Diputación y de Cortes, desde 1766. Cabarrús: Elogio del conde de Gausa (Madrid 1786). Julio Caro Baroja, La hora navarra del siglo XVIII, (Pamplona, 1979).