MIGUEL PÉREZ DE LEGARIA
MIGUEL PÉREZ DE LEGARIA
(ca. 1240-Pamplona, 30.10.1304). Obispo de Pamplona desde su elección por el cabildo (1287) hasta su fallecimiento. Su padre, de igual nombre, había sido alcalde del mercado de Estella y alcaide del castillo de Monjardín. Educado desde niño en la catedral, ocupó sucesivamente las dignidades de tesorero (1267) y arcediano de la tabla (1280).
Su actuación más notable al frente de la diócesis consistió en la negociación y firma de un acuerdo con los monarcas navarros Juana I y su esposo Felipe III (1290), tratando de solventar los problemas pendientes entre ambas jurisdicciones. La iglesia pamplonesa renunciaba a cualquier compensación por los daños sufridos en la guerra de la Navarrería, se le reintegraban las villas y rentas de la “honor” de San Esteban de Monjardín, pero hacía dejación de su castillo y el de Oro a favor de la Corona, la cual intervendría conjuntamente con la autoridad eclesiástica correspondiente en el nombramiento de alcalde y el ejecutor judicial de cada uno de los cuatro núcleos municipales de Pamplona. La curia pontificia tardó siete años en ratificar el convenio, contra el cual apelaron los jurados de Pamplona (1301) alegando que alteraba el régimen o fuero otorgado por Alfonso I el Batallador. El papa Bonifacio VIII dispuso la incoación del oportuno proceso, interrumpido poco después (1304).
El obispo participó en la vida política del reino con su presencia en las “Cortes Generales” de Estella (1291) y Pamplona (1293), donde se trató de limitar los desafueros de los gobernadores. Prestó especial atención a la religiosidad de los fieles, no sólo rindiendo la visita pastoral (1291), sino también mediante la convocatoria de un sínodo diocesano (1301), el tercero de los conocidos; no estuvo presente en el concilio provincial de Lérida (1294), pero se sometió a la visita de inspección del metropolitano de Tarragona, cuyo informe denotó graves deficiencias en la disciplina eclesiástica (1295). Repuso la biblioteca capitular, especialmente perjudicada por el asalto de la catedral treinta años atrás; impulsó económicamente la construcción del claustro gótico; reservó a los canónigos del cabildo de Pamplona la plaza de oficial del consistorio episcopal. Reformó las constituciones de la cofradía de San Miguel de Excelsis (1295); favoreció a los monjes negros de Leire, en detrimento de los cistercienses, reintegrados por orden del monarca al monasterio, que entre tanto había sido desvalijado (1296). Sirvió a la Curia romana en algunas comisiones y al final de su mandato tuvo que afrontar las antiguas reivindicaciones del arciprestazgo de la Valdonsella por el obispo de Huesca. Recibió sepultura en la catedral de Pamplona.