MERINDAD
MERINDAD
Circunscripción encomendada a la jurisdicción de un merino. La territorialización de los merinos mayores -hasta el siglo XIII funcionarios de la administración central- y, en consecuencia, la aparición de las merindades como instancias administrativas intermedias entre los órganos centrales y las villas y señoríos reales, no tuvo lugar hasta que los monarcas de la dinastía de Champaña desarrollaron una organización más racional y eficaz.
En tiempo de Teobaldo II (1253-1270) aparecen delineadas las cuatro merindades de Montañas, Sangüesa, Tierras de Estella y Ribera, ya que la tierra de Ultrapuertos -en torno a San Juan de Pie de Port- no se organiza como tal merindad. Los límites entre las de Estella y Ribera fluctuaron durante cierto tiempo, y, por ejemplo, en 1280 se incluían en la última de las localidades del bajo Ega y bajo Arga. Pero antes de concluir el siglo XIII se consolidaron los límites que, con ligeras alternativas y variantes, permanecieron inalterados a lo largo del siglo XIX. La única novedad importante sólo se produjo en 1407 al crearse la merindad de Olite, a base de localidades segregadas de las de Sangüesa, Ribera y Estella. En cuanto a la comarca de Laguardia (Rioja alavesa), formó parte de la merindad de Tierras de Estella hasta su conquista por Castilla en 1461.
No es difícil comprobar que las merindades, lejos de ser creaciones arbitrarias, poseían una cierta coherencia e individualidad desde el punto de vista humano y geográfico. Cada una incluía un centro urbano principal, que de alguna manera las vertebraba (Pamplona en las Montañas; Sangüesa y Estella en sus respectivas merindades; Tudela en la Ribera; Olite, más tarde, en la de su nombre) cuya importancia se basaba en varios factores, a su vez relacionados entre sí: Actividad económica como centro artesano y comercial, densidad demográfica, valor estratégico como encrucijada de vías de comunicación, solidez de sus castillos y murallas, etc. La fundación de la merindad de Olite se explica fundamentalmente por la sedentarización de la corte de Carlos III en el palacio de esa ciudad. Aunque desde comienzos del siglo XIV los merinos redujeron sus amplias facultades administrativo-fiscales para limitarse a las de policía y mantenimiento del orden público, la merindad mantuvo su utilidad en el organigrama de la administración real. La percepción de los tributos y pechas se siguió efectuando a través del recaudador de cada merindad, y la derrama de las contribuciones extraordinarias (ayudas o cuarteles) continuó haciéndose mediante cupos y porcentajes por merindades. Estas a su vez se hallaban subdivididas en distritos menores, más antiguos que las propias merindades (bailíos, almiradíos, valles).
Un tanto peculiar es el caso de la merindad de las Montañas, que a partir de 1348-1349 se encomendó a dos merinos. Uno se ocupaba de la Barranca, Burunda, valle del Araquil, Cuenca de Pamplona y los valles de Ollo, Echauri y Valdizarbe, mientras que el otro atendía al resto (“partidas de Larraun”). Desde 1375, incluso, el señor de Zabaleta actuaba como merino de Lesaca y Vera.