MARTÍNEZ BAIGORRI, ÁNGEL
MARTÍNEZ BAIGORRI, Ángel
(Lodosa, 2.10.1899 – Managua, 5.8. 1971) Poeta. Estudió comercio en su pueblo natal y en el colegio de los PP. Jesuitas de Tudela. A los 18 años (septiembre de 1917) ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Loyola, donde permaneció hasta 1922. Desde entonces hasta 1925 cursó Filosofía en Oña (Burgos), de donde pasó a los colegios de Burgos, Las Palmas y Orduña (Vizcaya), para volver a Oña en 1930 y comenzar allí los estudios de Teología. La supresión de la Compañía de Jesús le obligó a pasar a Marneffe (Bélgica) en enero de 1932. En Bélgica fue ordenado sacerdote en julio de 1933. Enfermo de úlcera de estómago, regresó a España en diciembre. Durante los años 1935 y 1936 residió en Braga (Portugal). Tras una breve estancia en Tournai (Bélgica), pasó a Granada (Nicaragua), en cuyo colegio “Centroamérica” enseñó Literatura desde 1936 hasta 1947. Trabó amistad con José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal, Luis Alberto Cabrales, Joaquín Pasos, Carlos Martínez Rivas, Fernando Silva y otros poetas nicaragüenses. Entre 1948 y 1954 vivió en San Salvador, ocupando una cátedra de Literatura en el Seminario Central de San José de la Montaña. En 1950 asistió, en Madrid, al Congreso de Cooperación Intelectual, y viajó de nuevo por Europa. En el Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona (1952), su libro Cumbre de la memoria, presentado a concurso, con el título Contigo sacerdote, por su amigo Juan Bautista Bertrán, S I, obtuvo el Gran Premio del Instituto de Cultura Hispánica. En 1953 se trasladó a México D. F. en cuya Universidad Iberoamericana explicó Literatura y Estética hasta 1961. Fueron frecuentes sus viajes por América y Europa, en parte motivados por razones de salud, pues era de naturaleza enfermiza y padeció diecisiete operaciones de estómago, afecciones pulmonares, malaria, etc. Al fundarse, en 1961, la Universidad Centroamericana de Managua, se trasladó a esta ciudad, donde murió.
Por su participación en la vida literaria de Nicaragua y su frecuente uso de motivos y símbolos procedentes del medio natural de aquel país se le considera un poeta nicaragüense más, y como tal ha sido incluido en alguna antología. Él mismo se autodefinió como “nacido en Navarra, España, y renacido en Nicaragua”.
Su extensa obra poética, muy poco conocida en España a pesar de su relieve en el ámbito centroamericano, comprende los volúmenes Romance del mantel de bodas (1938), Ángel en el país del Águila(1954), Cumbre de la memoria (1958), Dios en blancura (1960), El mejor torero (1961), Sonetos irreparables (1964) y Nicaragua canta en mí (1968), más los muchos materiales dispersos e inéditos incorporados antológicamente, por Juan Bautista Bertrán al libro Ángel poseído (1978) y recogidos exhaustivamente por Emilio Del Río en su edición de las Poesías completas del P. Ángel (tres volúmenes en offset, 1981-1982).
La poesía de Martínez Baigorri, de gran empeño conceptual -filosófico y teológico-, presenta algunos puntos de contacto con clásicos españoles como Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Alonso de Ledesma, Lope, Quevedo o Gracián, con el segundo Juan Ramón Jiménez y con autores de otras lenguas, como Gerard Manley Hopkins, al que tradujo al español (Halcón del viento, 1958), Francis Thompson o Paul Claudel. Si en ocasiones se encauza a través de formas y tonos popularistas, en otras prefiere el módulo del soneto, en el que él consigue aciertos tan rotundos como los de “Dios basta solo” o “Pero escondido”, sin renunciar tampoco a esquemas de arte mayor más flexibles y abiertos, utilizados con fortuna en poemas como “Que quede lo que queda de una llama” o el excelente “Buscando sombra fresca…” En cualquier caso, los contenidos y motivos esenciales se reiteran bajo los diversos tonos y timbres.
Se ha señalado que la obra de Martínez Baigorri presenta tres vertientes temáticas fundamentales: la teológica y filosófica, el canto a Nicaragua y los asuntos españoles. Sin embargo, la faceta trascendentalista impregna también los poemas más sensoriales, pues, la visión del mundo de Martínez Baigorri es radicalmente teocéntrica. Dentro de la primera de las tres vertientes indicadas, la Eucaristía es uno de los núcleos temáticos capitales. Aparece en numerosos poemas y sustenta íntegramente los libros Cumbre de la memoria y Dios en blancura. Si a través de la palabra es posible la recuperación ideal de lo arrebatado por el tiempo, la consagración del Pan y el Vino es la cumbre de la memoria humana, ya que las palabras del sacerdote operan no una simple rememoración sino una repetición sustancial del mismo sacrificio del Calvario, en virtud del mandato de Cristo: “Haced esto en memoria mía”.
Otro tema recurrente es el de la muerte, entendida como inicio de la eterna plenitud en Dios. La vida es para el poeta de Lodosa “el paso temporal que me hace eterno”.
El sentido que su propio nombre, Ángel, tiene como sustantivo común sirve de base al poeta en otras muchas ocasiones para asociar conceptualmente el hombre terreno y el espíritu inmortal que coexisten en él Ángel en el país del Águila es, al mismo tiempo, expresión de la personal experiencia norteamericana del P. Martínez Baigorri y de la contraposición -que tiene su origen en el Modernismo- entre el mundo de los valores espirituales y el de la modernidad: burguesía, ciudad, positivismo, técnica, capitalismo, etc. La antología de sus poesías fue titulada precisamente Ángel poseído por su recopilador, el P. Juan Bautista Bertrán.
La naturaleza nicaragüense, por su parte, ofrece a la sensibilidad de Martínez Baigorri motivos como el cafetal, la ceiba -árbol por el que sentía un particular afecto y que aparece con gran frecuencia en sus versos-, la rosa, los ríos y los lagos. Pero la actitud del poeta nunca es meramente descriptiva, sino que tiende a trascender las cosas, espiritualizándolas. Así, por ejemplo, el río será en su poesía un río, pero también el curso de la vida del autor, el de toda vida humana y el de la historia entera hacia Dios. Río hasta el fin se titula precisamente uno de sus poemarios más conocidos, que tiene como punto de partida un viaje fluvial a través del San Juan en la primavera de 1943 y que se eleva a las más altas cimas de la especulación teológica. El ya citado poema “Buscando sombra fresca…” ejemplifica también elocuentemente este sentido metafísico de la realidad natural: la visión de la ceiba herida por las hachas de los niños, que segrega resina termina siendo símbolo del propio dolor humano, que ha de ser superado por el Amor.
El tema español, menos habitual, se presenta en ciertas páginas dedicadas a Lodosa, Soria, Ávila, la cueva de S. Ignacio en Manresa, el Barrio Gótico de Barcelona, etc. y en su mayor parte recogidas bajo el epígrafe “Presencias”.