MAEZTU Y WITNEY, GUSTAVO DE
MAEZTU Y WITNEY, Gustavo de
(Vitoria, 1887-Estella, 1947). Pintor, litógrafo, escritor y conferenciante, hermano del filósofo teorizador de la ciencia política y literato Ramiro y de la pedagoga María de Maeztu. Puede asimilársele a la Generación del 98, en la que se incluye a su hermano, por su constante preocupación de lo nacional, al igual que otros pintores como Zuloaga y Gutiérrez Solana. Artista ciertamente personal, gozó siempre de una curiosidad dispersa, que le llevó a interesarse en la antropología, la historia antigua, las religiones, la filosofía, la literatura, o la forja del hierro, la cerámica, el grabado y la pintura, atraído en este caso por la química de los materiales artísticos. Recibió una educación internacional, mezcla de la tradición inglesa (por parte de su madre) y española, a su vez teñida del vasquismo del apellido Maeztu, originario al parecer de Marañón. Sin precedentes artísticos familiares, llegó a dibujar por convalecencia de un accidente sufrido en Vitoria.
Afincado en Bilbao al fallecer su padre, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios, donde fue discípulo de Antonio María de Lecuona y de Manuel Losada. Se educó entre los pintores que cimentaron la naciente Pintura Vasca (José y Alberto Arrué, Tellaeche, etc.) o junto a otros escultores e intelectuales, que dieron a la cultura vasca un impulso modernizador a través de la Asociación de Artistas Vascos de Bilbao. De sus reuniones con éstos en el Café Arriaga, surgió su proyecto de un semanario satírico llamado “El Coitao”, iniciativa compartida con José Arrue y el escultor Luis Mogrovejo. Fue una publicación agresiva e iconoclasta como el propio Gustavo en las dos primeras décadas del siglo XX, tiempo que además de servirle para formarse como pintor, utilizó en escribir literatura anticlerical, antimilitarista y antiburguesa, aunque después evolucionaría hacia un monarquismo liberal moderado.
En 1910 se inició la aparición de sus novelas Andanzas y episodios del Señor Doro, El imperio del gato azul, El vecino del tercero y El robo de la Gioconda. A ellas siguieron otros trabajos sobre estética (Fantasía sobre los chinos), teatro (Cagliostro, Benbrandt, Cabaret) y fantasías sin palabras (Fátima, Macbeth, La camorra dormida). Publicó cuentos en la revista “Nuevo Mundo” y artículos diversos en “El Liberal” y “La tarde” de Bilbao. Y, ya en Navarra, en la revista “Pregón”. En tales escritos expresó Maeztu sus fantasías sin demasiada corrección literaria, pero con una espontaneidad que no desdeñaba el rico lenguaje popular. Su inconformismo social ocultaba en el fondo, sin embargo, un deseo regeneracionista de España, semejante al de su hermano Ramiro y al de los miembros de la Generación del 98. Con poco más de veinte años amplió estudios artísticos en la Academia Colarossi de París, coincidiendo en ella con los hermanos Arrué, Tellaeche, Arteta, Nonell, y Hermenegildo Anglada Camarasa, cuya sensualidad decorativa y colorística le influiría entonces (Musa nocturna, Mi hermana María).
De 1910 al comienzo de la guerra civil se extendió la etapa más fecunda del pintor, y ello coincidió con sus actividades y exposiciones con la Asociación de Artistas Vascos, no sólo en Bilbao, sino en Madrid y Barcelona. Es la época en que la crítica destaca el fuerte carácter nacional de su pintura, dándole el doble calificativo de “vasco” y “castellano”, por la grandiosidad y austeridad de su obra por un lado y el carácter religioso-heroico por otro. Tras regresar de París, viajó por casi toda España para encontrar la esencia de su historia y de la raza. Pintó entonces cuadros de figura con paisaje castellano (Los novios de Vozmediano, El ciego de Calatañazor, Las samaritanas, La tierra ibérica, Lírica y religiosa, etc.). Recaló en Madrid, donde se presentó a varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes (la penúltima de las obras citadas obtuvo Medalla de Tercera Clase en 1917) y participó de las conversaciones del grupo modernista de “El Pombo”, en compañía de Ramón Gómez de la Serna. Su primera exposición individual, fue sin embargo, en la Sala Dalmau de Barcelona en 1912. En esta ciudad expuso varias veces en las Galerías Parés y Layetanas, y entabló amistad con Utrillo y Rusiñol.
De 1919 a 1921 permaneció en Inglaterra. Expuso en Londres, Leeds, Manchester y Sheffields. De este momento son algunos de sus mejores retratos de la alta burguesía sajona (Lady Diana Manners, Lady Lavery, Mrs. Barret), pero prosiguió con su inclinación a representar los tipos olvidados de la sociedad, en este caso los chinos de los bajos fondos urbanos. En Londres, a través de Turner, descubrió el etnicismo exagerado de su pintura, que intentó eliminar a partir de entonces, aunque, paradójicamente, esta eliminación trajo con el tiempo su decadencia artística. Entre 1936 y su muerte, establecido ya en Estella, deseará de nuevo recuperar el primitivismo español despojado de sus cuadros, pintando obras como El toro ibérico, que fueron miradas con reserva por la crítica. Motivaron su instalación en Navarra las pinturas murales alegóricas de la región que le fueron encargadas por la Diputación foral para decorar su salón de sesiones y, una vez terminadas éstas, iniciada la guerra civil, escogió Estella para pasar los once últimos años de su vida. Llevado del amor a la ciudad, cedió todas las pertenencias de su estudio al ayuntamiento estellés, fondos que constituiría el museo Gustavo de Maeztu*, abierto en el palacio de los Reyes de Navarra. Fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad y enterrado en ella con todos los honores.
En su obra, compuesta por pintura al óleo, a la encáustica o mural, litografías y dibujos, Maeztu busca a menudo grandes símbolos para dar una imagen exaltada, épica y emotiva de España. Se sirve para ello de una composición jerarquizada, que ofrece en primer plano las figuras ordenadas al gusto decorativo del muralista, pero éstas en una actitud metafísica, y en segundo término el espacio paisajístico. Se alcanza la perspectiva mediante líneas geométricas que construyen las pesadas masas del fondo y con el color, que es objeto de especial atención. Busca con el empaste, con los verdes y azules ensombrecidos del fondo y las combinaciones de rojos, amarillos y violetas en los primeros planos, dar al cuadro un efecto visual de acusada tridimensionalidad. En los dibujos, construidos con trazo miguelangelesco y denso sombreado, hay el mismo deseo de corporeidad y exhuberancia. En cambio, se muestra más experimentador en el difícil arte del grabado.
Cultivó todo tipo de géneros, no sólo figura de tipos o retratos de personajes distinguidos, sino desnudos (como Eva), empleando el formato habitual de tres cuartos, concibiendo un variado retablo de paisanos, majas, musas, amantes, toreros, etc., en el que se incluyó él mismo. También dejó escenas intimistas de interior, adornadas por la seducción del misterio, paisajes, grandiosas composiciones y bodegones. Estilísticamente, la obra de Maeztu se ve muy influida, en la concepción del mundo y técnicas, por los maestros italianos del Renacimiento, pero no le es ajena la escuela clásica española ni los avances modernistas desde el impresionismo al cubismo.
Bibliografía
P. Manterola, M. Sánchez Ostiz, F.J. Zubiaur, Gustavo de Maeztu (Pamplona, 1986).