LOME, JEHAN
LOME, Jehan
(Tournay, Francia, ? – Viana, 1.1.1449). Escultor principal durante el reinado de Carlos III de Navarra (1387-1425) cuya actividad está documentada, con algunas interrupciones, entre los años 1411 y 1449. Su llegada a Navarra pudo deberse al viaje que el rey realizó a tierras francesas (1408-1411) donde le conoció y ofreció la dirección de las obras reales, entre ellas la de su sepulcro.
La presencia de un monarca de origen francés en el trono de Navarra, emparentado con los mayores coleccionistas de arte de la época, Luis I de Anjou, Jean de Berry, y Felipe de Borgoña, justifica el gran número de artistas extranjeros existentes en Navarra durante su reinado así como el carácter internacional de las realizaciones debidas al mecenazgo de la casa real y de la nobleza. La prolongada estancia de Jehan Lome en tierras navarras y su profundo arraigo profesional y humano reflejan una favorable acogida por parte del monarca y los restantes miembros de la familia real.
La obra de fecha más temprana que realizó para el rey fue una imagen (desaparecida) de San Juan Bautista con destino al palacio de Olite, por cuya labor le fueron abonados, en agosto de 1411, diecisiete libras y dieciocho sueldos. Nuevos documentos, correspondientes al año 1413, señalan el inicio del sepulcro del matrimonio real, don Carlos y doña Leonor, para ser situado en la catedral de Pamplona. Lome aparece entonces mencionado como “maconero delas ymagines” o “maestre de fazer las ymagines” y la importancia de su labor, como director y jefe de taller, se reconoce al ser el único en cobrar un sueldo mensual en lugar de un sueldo diario, por una cantidad muy superior a la del resto de colaboradores. Entre estos se mencionan a Johan de Lisla, Anequin de Sora, Vicent Huyart, Johan de Borgonya y Michel de Reyems, a los que de nuevo se encontrará trabajando en nuevas empresas dirigidas por Lome. La obra del sepulcro real sería interrumpida en junio de 1414 para no ser reemprendida hasta febrero de 1416. Durante ese tiempo Lome y sus ayudantes efectuaron el embellecimiento de la residencia de los reyes en Olite, decorando las ventanas del gran salón y otras dependencias próximas. Con ese fin se realizaron las estatuas de los reyes, Carlos y Leonor, en piedra de Azcona, hoy desaparecidas.
El 27 de febrero de 1415 falleció la reina, en Olite, dejando señalado en su testamento (27.7.1414) su deseo de ser enterrada con el hábito de San Francisco y de que “en cima de la sepultura que este mi figura en vestiduras reales que non tenga abito saluo el cordon de Sant Francisco que tenga cenido”, prueba de que la imagen yacente del sepulcro aún no había sido realizada. En julio de ese año Lome contrajo matrimonio, recibiendo por parte del monarca, como regalo de sus esponsales, dos copas de plata de dos marcos de peso, lo que evidencia claramente el lugar de privilegio que ocupaba para entonces dentro de la corte. A primeros de septiembre, con ocasión de la llegada a Olite de la princesa heredera doña Blanca, procedente de Sicilia, su padre, el rey don Carlos, organizó una serie de celebraciones y festejos para cuyos preparativos contó con la colaboración de Jehan de Lome y del pintor Rolin, ayudado por dos compañeros.
Sin embargo, en los primeros meses de 1416 se reanudó el trabajo en los sepulcros reales ya que, por un lado, se encargaron diversas herramientas a unos herreros moros residentes en Tudela para ser utilizadas en la extracción de bloques de alabastro de la cantera de Sástago (Zaragoza), y por otro, dicha labor fue encomendada a Jehan Lome “por las obras et ymagines delas sepulturas del Rey nuestro senynnor et bien assi del Rey su padre a qui dios perdone que ha fecho o entiende fazer fazer porlo dicho Johan Lome en la eglesia de santa maria de pomplona”.
Durante los años 1416, 1417 y 1418 se trabajó activamente en la misma obra; colaboraron con Lome en su taller de Olite artistas ya conocidos junto con otros nuevos, tales como Anequin de Sora, Michel de Reyems, Johanto de Tolossa y Collín de Rems. El día 23 de marzo de 1413, Estevenin le Riche recibió 20 sueldos por haber entregado un trozo de madera de nogal “por la figura dela sepultura del Rey”, que tal vez se utilizaría para la realización de un modelo previo a la talla en alabastro de la efigie de Carlos III. Las dos grandes piedras que llegaron a Olite en los meses de junio y julio del mismo año, por encargo de Lome, podrían ser, según dicho historiador, dos de las losas de piedra arenisca que forman los costados y la parte superior del sepulcro. En agosto se adquirió aceite de linaza para la pintura y dorado de la obra, que debía estar casi concluida para octubre del mismo año que fue cuando se iniciaron los preparativos para su traslado a Pamplona, lo que tuvo lugar, fragmentariamente, en carros tirados por bueyes, durante la primavera de 1419. Todavía hubo que trabajar un poco en la colocación del sepulcro en la catedral para terminar, definitivamente, con los postreros detalles de su policromía en julio de dicho año. Un año después, en junio de 1420, “a Johan Lome maçonero” le fueron abonados cincuenta florines de oro aragoneses “sobre lo que fi hera deuido acausa delas obras et algunas expensas que por eil han seido fechas en nuestra sepultura”.
Este doble sepulcro no constituye la única obra conocida hecha por Jehan Lome pero ella sola confirma el elevado nivel artístico alcanzado por la Corte de Navarra durante la Baja Edad Media al ser uno de los mejores ejemplos de escultura funeraria de comienzos del siglo XV que se conserva en la Península Ibérica. Por otro lado, esta obra justifica la notoriedad obtenida por Lome entre sus contemporáneos así como la consideración y estima que le profesaron los reyes de Navarra.
El doble sepulcro real obedece a un modelo de tradición franconeer-landesa tal como ésta se practicó en la capital de Francia a comienzos del siglo XV. La posible formación parisina de su autor y sus contactos con artistas más tradicionales que los que, por aquel entonces, trabajaban en la Corte de Borgoña, ayuda a comprender su tipología. Lecho fúnebre exento, con las estatuas yacentes representadas de acuerdo con la tradición gótica: así sus cabezas reposan en abultadas almohadas debajo de recargados baldaquinos mientras que, a sus pies, reposan los animales habituales, un león, para el rey, símbolo del valor, y dos perros para la reina, simbolizando la fidelidad. Si las vestiduras ceremoniales del matrimonio regio son un canto a la elegancia y gusto de la época, la veracidad de sus rostros y su distinción denotan, elocuentemente, la maestría de su artífice. La fisonomía risueña de doña Leonor manifiesta una cuidada idealización mientras que las enérgicas facciones de su real esposo evidencian un estudio del natural por parte de su autor que retrató a su modelo cinco años antes de su muerte. Sendos epitafios con alabanzas a Carlos III y a su mujer, Leonor de Trastámara, aparecen en los grandes baldaquinos y en el borde de la losa del sepulcro. Complementa la decoración figurativa la serie de arquerías, de lujoso diseño, que rodean el sepulcro por sus cuatro costados, bajo las que se sitúan veintiocho figuras de plorantes encapuchados, tallados en altorrelieve y situados sobre repisas individuales. Hay seis en cada extremo y ocho en cada costado, para los que se han sugerido identidades específicas basándose en los pormenores de su vestuario entrevistos bajo sus hábitos. El color crema del alabastro en el que fueron talladas las esculturas contrasta muy fuertemente con el verde oscuro imitando mármol de los Pirineos con que se pintó la piedra arenisca que configura el sepulcro propiamente dicho. A pesar de la general uniformidad de las esculturas, realizadas en rigurosa perfección hasta en sus menores detalles, ha sido posible identificar variantes estilísticas que no hacen sino confirmar la participación de diversos artistas dirigidos sabiamente por Jehan Lome.
La impronta de su taller se reconoce también en otras obras distribuidas por diferentes lugares del antiguo Reino de Navarra, puesto que se conoce su participación en otros proyectos reales a partir de la terminación del sepulcro. Su viaje al valle del Roncal, sus variados trabajos en el nuevo palacio de Tafalla, su cambio de residencia a Pamplona y su participación en diferentes obras de albañilería encargado de problemas de construcción, alternando con labores de escultura en Tafalla, Pamplona y Tudela, ocupan su biografía hasta 1425, año del fallecimiento del rey Carlos III. La repentina desaparición de su nombre en los registros de la corte Navarra a partir de entonces, por algún tiempo, hizo suponer a los historiadores la posibilidad de que emprendiera un viaje fuera del reino. Sin embargo volvió a aparecer en 1435, en que se le menciona como “Johan Lome de Tornay, maçonero vecino dela ciudat de pomplona et maestro maor delas obras de maçoneria del Rey et dela Reyna nuestros seynnores”, doña Blanca y su esposo don Juan de Aragón y de Navarra. Pertenecen a esta última época sus colaboraciones en los palacios de Sangüesa y de Olite, la dirección de las obras en Santa María de Pamplona para las que contó con la ayuda de su sobrino Johanito Lome. La realización de un viaje a Cuéllar, en el reino de Castilla, enviado por el rey Juan II, seguido de otro a Tudela para aconsejar acerca de las obras a realizar en el castillo, y, finalmente, nuevas actuaciones como albañil en la ciudad de Viana en donde le sorprendió la muerte. Entre las obras de escultura que pueden ser atribuidas indirectamente al taller de Jehan Lome, cabe mencionar, la estatua de San Sebastián, hecha en piedra policromada, para la iglesia de dicha advocación en Tafalla, la portada septentrional del trasepto, conocida como “puerta de San José”, en la catedral de Pamplona, y los dos sepulcros de Sancho Sánchez Oteiza, secretario de Carlos el Noble, el primero preparado en la catedral de Tudela mientras fue Dean de la misma (1409-1420) y el segundo en la catedral de Pamplona; después de acceder al episcopado, en 1420 hasta 1425, año de su muerte. De la imagen de San Sebastián, hoy en la parroquia de Santa María de Tafalla, hay noticias documentales que permiten otorgársela al Maestro de Tournay en 1426, según encargo realizado por Simon Navar, secretario real, en su testamento fechado el día 16 de noviembre de 1422. Para la portada septentrional de la Seo de Pamplona, las razones son de carácter estilístico: la decoración figurativa conservada, situada en el dintel, dedicado a la Coronación de María, ménsulas, dos ángeles portadores de escudos, y en las arquivoltas, santos, apóstoles y mártires, en número de catorce, repartidos en las dos arquivoltas, más el diseño general de la puerta, pueden ser atribuidos al mismo taller dirigido por Lome en una fecha próxima a 1425. Respecto a los sepulcros de don Sancho Sánchez Oteiza, el primero, situado en el ábside del lado de la epístola de la catedral de Tudela, a pesar de estar hecho en piedra en lugar de alabastro, ofrece evidente paralelismo con el de los reyes de Navarra, don Carlos y doña Leonor. Es de tipo arcosolio, adosado al muro, con la imagen del titular ataviada con vestimenta apropiada al cargo de Dean, enriquecida con policromía. El segundo ejemplar, mucho más cuidado, se sitúa en la capilla de San Juan Evangelista de la catedral de Pamplona. Es modelo de tipo similar, bajo arcosolio de tracería gótica, enriquecido por la presencia de un cortejo fúnebre en el fondo del nicho y por ocho plorantes en el frente de la caja sepulcral. Otros trabajos escultóricos permiten su atribución al taller de Lome, tales como la imagen yacente de la princesa doña Juana, hija de doña Blanca y de don Juan, enterrada en San Francisco de Olite en 1425, que se conoce a través de un dibujo del siglo XIX, y las bellas imágenes de doña Blanca de Navarra y de la Virgen con el Niño situadas en la puerta de acceso al atrio con que se decoró la iglesia de Santa María de Olite. Otras obras reflejan su huella más indirectamente, así sucede en el sepulcro del canciller don Francisco de Villaespesa (1421) y de su esposa, doña Isabel de Ujué (1419), en su capilla funeraria de la catedral de Tudela, y en la tumba del funcionario real don Pere Arnaut de Garro (c 1422) y de su mujer, doña Johana de Beunça, situada en el ángulo nordeste del claustro de la catedral de Pamplona.
Bibliografía
R. S. Janke, Jehan Lome y la escultura gótica posterior en Navarra (Pamplona, 1977).