LANDA ÁLVAREZ DE CARBALLO, NICASIO
LANDA ÁLVAREZ DE CARBALLO, Nicasio
(Pamplona, 11.10.1831-11.4.1891). Médico militar y escritor. Hijo del galeno Rufino Landa*, bachiller en Filosofía (1846), licenciado (1854) y doctor en Medicina y Cirugía por Madrid (1855), obtuvo por oposición plaza de médico de la Sanidad Militar (1855). Rigió cursos de Historia Natural en el Instituto de Pamplona y pasó a Zaragoza, ascendido a segundo ayudante del regimiento de Zaragoza, con el que se trasladó a Madrid (1858). Acudió a Marruecos (1859), trabajó a las órdenes del O´Donell y Prim y asistió a las batallas de los Castillejos y Wad-Ras (1860), acciones que le merecieron condecoraciones y le dieron las ideas y escenas reflejadas en La campaña de Marruecos (Madrid, 1860), subtitulado Memorias de un médico militar, documento histórico con cualidades literarias suficientes para merecer más atención.
Su actividad profesional fue incesante. Fue a Canarias, al declararse la fiebre amarilla (1863); inventó (1865) el mandil de socorro, pronto adoptado en varios países europeos; asistió como delegado español a la Conferencia de Socorros a los Heridos, en París (1867); acudió a la guerra franco-prusiana (1870), para cuyos heridos abrió en Navarra una suscripción además de asistirlos en los hospitales de guerra; regresó de Carlsruhe, al estallar la guerra carlista y fue destinado con su batallón al ejército del Norte, al mando de Moriones, como jefe de Sanidad; asistió a las acciones de Arizal y Oroquieta y en este pueblo se registró la primera intervención de la Cruz Roja en una guerra no internacional; Landa salió al campo de batalla al frente de una ambulancia; luego estuvo en Udabe, Lecumberri, Puente la Reina, Echauri; pasó a Somorrostro (1874), presenció la muerte de Concha en Abárzuza, acudió a Tafalla e Irache y finalmente trabajó en Pamplona durante el bloqueo hasta la llegada de Alfonso XII (1876), lo que le impidió asistir a las conferencias internacionales de Ginebra y Viena como delegado; más tarde viajó a los congresos médicos internacionales de París (1878) y Londres (1881), estudió el manejo de material sanitario en Francia e Inglaterra y en Oxford tomó parte en la redacción del Manual de Leyes de la Guerra. Fue director del Hospital Militar de Pamplona (1883) y ascendió a subinspector de Primera Clase, con destino en la Dirección de Navarra (1886); a petición propia dirigió el campamento de coléricos en el fuerte pamplonés de S. Bartolomé (1885).
Su obra más conocida y de mayor aliento teórico es El derecho a la guerra conforme a la moral (Pamplona, 1867 y 1877), con gran copia de autores modernos, mas no teólogos antiguos, y estilo un tanto redundante, que hoy puede parecer excesivo. Este título tuvo una segunda salida editorial reservada a los lectores del “Correo militar”. Su experiencia de 1863 le movió a escribir Un viaje a Canarias (Pamplona, 1863) y como profesional dio a las prensas Memoria histórica científica sobre las aguas de Burlada (inserta en el libro de Sáenz Diez, Análisis de las aguas bicarbonatadas-cloro-yodunadas, sódicas de Burlada, Pamplona, 1880 páginas 27-32), la conferencia La embriaguez y sus efectos físicos (incluida en La embriaguez y sus consecuencias morales y físicas Pamplona, 1884, páginas 7-16), en la que aduce el caso de E. Allan Poe. Como inspector de la Cruz Roja de Navarra redactó la circular Asociación Universal de la Cruz Roja para socorro de heridos, sección de Navarra (1872).
Landa destacó además en la cultura navarra del momento. Redactó y dejó inédita una Memoria sobre las lápidas romanas de Gastiáin, y fue galardonado su trabajo Los primeros cristianos de Pompeiopolis (Pamplona, 1891), de contenido heteróclito, en el que sigue a las Actas sinceras de Maceda, que se inclina a pensar son del siglo I, lo cual ni el jesuita presunto descubridor osó sostener. Dirigió la “Revista Euskara” (1878-9), firmó la sección “Revista crítica” en “La Ilustración de Navarra” (1886) y colaboró en la “Revista del Antiguo Reino de Navarra” (1889), además de ejercer como jurado en los certámenes de Sanfermines.
Recibió numerosas condecoraciones, entre otras las de caballero de Carlos III, comendador de Isabel la Católica, dos cruces rojas y dos blancas del Mérito militar, la de la guerra de África, la placa de la Cruz Roja, la del Águila Roja de Prusia, la cruz de bronce de la Sociedad Francesa de Socorro a heridos y la de San Juan de Jerusalén. Fue miembro correspondiente de las academias de la Historia y de la Medicina, de la Sociedad Francesa de Arqueología, del Instituto de Derecho Internacional y de la Comisión de Monumentos de Navarra.
Bibliografía
J. Iturralde y Suit, D. Nicasio Landa, “La Avalancha”, n.º 292 (8-5-1907), 98-100, n.º 293 (24-5-1907), 110-111. Pérez Goyena, EBN, VIII.