LACARRA, JOAQUÍN ANTONIO
LACARRA, Joaquín Antonio
(Uterga, 1767-Pamplona, 1831). Sacerdote y canónigo. Concluida la Gramática, estudió tres cursos de Filosofía en el seminario de Pamplona, dos años de Leyes y otros dos de Cánones en Zaragoza, graduándose de bachiller. Este título y tres años de prácticas fueron suficientes para recibirse de abogado de los tribunales reales de Navarra (1793). Se dedicó al aprendizaje de la Teología Moral y a los pocos meses ganó en concurso el curato de Berbinzana, a cuyo título se ordenó de menores y mayores en la cuaresma de 1783. Al año y medio logró en concurso el priorato de Murillo el Cuende, que dejó al ser elegido canónigo de Pamplona (15.7.1797). Antiliberal y enemigo de la dominación extranjera, se alejó de la capital hasta la terminación de la Guerra de la Independencia. Fue oficial principal en sede plena y vacante (1814-1815). Muerto el vicario general Miguel Marco, le sucedió en el cargo y dirigió una carta pastoral, que halló una favorable acogida en el clero.
Fue uno de los primeros en levantar el grito en Navarra contra el régimen constitucional y el presidente y cerebro organizador de la Junta Realista. Su prestigio era tal que, según Espoz y Mina, “más poder tenía entre ellos un canónigo, Lacarra, que toda la nación por el órgano de las cortes”. Lo pinta como “hombre de aspecto modesto y humilde, pero de mal corazón… y el más sanguinario de la Junta facciosa de Navarra”. El obispo Uriz lo describe de otra manera: “Se ha distinguido por su amor a la causa del Altar y del Trono en las últimas novedades y ha sido el primero de los individuos de la Junta que se creó en Navarra para sostener dicha causa, habiendo trabajado con el mayor celo, desinterés y las más imponderables incomodidades, con manifiesto riesgo de su vida y pérdida de todos los efectos de su casa. Es examinador sinodal, diputado conciliar y de buena conducta” (22.1.1824). Esta recomendación acompañaba a las letras testimoniales, firmadas por el propio obispo, en que se exponía con más detalles el heroico comportamiento. Esta actitud le atrajo la suspensión en sus funciones sacerdotales por parte del gobernador eclesiástico Miguel José de Irigoyen, liberal, que intervino presionado por el Gobierno (11.10.1822). El rey le premió con el arcedianato de la cámara, dignidad de la catedral de Pamplona (21.3.1824); pero, apenas tomó posesión, puso todas sus rentas a disposición del cabildo, contentándose con la cantidad que el capítulo tuviese por conveniente asignarle para su decorosa sustentación y algunas limosnas.
Entre sus obras cabe citar: Carta circular del Gobernador de este obispo de Pamplona (sede vacante) a todos y cada uno de los individuos del M.I. Clero secular de dicho obispado (Pamplona 1815) 16 pp., 4.º; Refutación de la “Representación hecha a los tres Estados del Reyno de Navarra junto en cortes sobre el libre comercio interior y exterior del trigo, por don Joaquín de Undiano (Lizarraga), vicario de Lizarraga, año 1817”. La representación, en 25 pp. en folio, defiende la libertad de comercio; la Refutación, en 20 pp., se opone. Ambas obras eran desconocidas.
Bibliografía
J. Goñi Gaztambide, Historia de los obispos de Pamplona, t. IX (en prensa); Ídem, La diócesis de Pamplona en 1814, vista por su obispo, en “Príncipe de Viana”, 33(1972) 300; A. Pérez Goyena, Ensayo, VI (Burgos, 1953) 290-291; R. Gambra, La primera guerra civil de España (1821-1823) (Madrid, 1950); R. del Río Aldaz, Orígenes de la guerra carlista (1820-1824) (Pamplona, 1987); Arch. Cat. Pampl., Papeles de Lacarra.