IRÁIZOZ ESPINAL, FIACRO
IRÁIZOZ ESPINAL, Fiacro
(Pamplona, 20.3.1860- Madrid, 30.1. 929). Comediógrafo autor de libretos de zarzuelas. Colaboró en el primer número de “El Ateneo” (Pamplona, 1883) y fue premiado en el certamen de su ciudad natal de 1885 por Un recuerdo para mi tierra. De sus obras cabe recordar Cuestión de cuartos, Diente por diente y Máquinas Singer (1886); Las propinas, Los molineros y La tertulia de Mateo (1887); Los callejeros y La beneficiada (1888); La corista, Madrid-Club y Los langostinos (1889); Selilla (1890); La boda del cojo (1891); La madre del cordero, El cascabel al gato, Los impresionistas y Pobres forasteros, estas dos en colaboración con Navarro Gonzalvo (1892); La mujer del molinero y Los voluntarios (1893); Viento en popa (1894); El señor corregidor, Los de Ubeda y La vuelta del vivero (1895); El barbero de Sevilla (1896); El mantón de Manila (1898); José Martín el tamborillero, La noche de la tempestad y Polvorilla (1900); Chispita o el barrio de Maravillas (1901); Patria nueva y El ramo de azahar (1903).
Como libretista de zarzuela, destacan Luz verde (1899) y Lola Montes (1902), Patria nueva (1903) y Al cantar de la jota (1912), con música de Amadeo Vives, y La roncalesa, que firmó con el maestro Larregla* (1897).
Fue promotor del monumento a los Fueros levantado en Pamplona (1903) al calor de la Gamazada y acaso su composición más recordada sea Los gigantes de Pamplona dedicada a su hijo, que publicó “La Avalancha” (X, n.º 224, 8.7.1904, p. 152-3).
¿Oyes las notas vibrantes
de esa gaita tan chillona?
Pues espera unos instantes
que vas a ver los gigantes…
los gigantes de Pamplona.
Recuerdo que en mi niñez,
alegre más de una vez
delante de ellos corrí.
¡Con que osada timidez!
les gritaba: -“¡A … quí! ¡A … quí!”
En tus ojillos brillantes
y en tu sonrisa burlona,
veo instintos “alarmantes”
de correr con los gigantes…
los gigantes de Pamplona.
Pero espérate,que quiero
que los veas al pasar.
Mira, ya llega el primero
detrás del tamborilero
bailando a todo bailar.
-¡Es un rey! ¡Y qué elegante!
¡Cuánto adorno! Cuánto fleco…
¿Ves qué serio y qué arrogante?
¡Pues bien, por fuera es “gigante”
pero por dentro… está hueco!.
¡Hoy es pronto todavía!
Tal vez te acuerdes un día
del gigantón de Pamplona,
al ver bajo una corona
una cabeza vacía!
-Y baila con mucho brío!
¡Cuántas vueltas!…
-Qué, ¿te chocan?
¡De tu inocencia me río!
¡Los monarcas, hijo mío,
bailan al son que les tocan.
-¿Otro gigante detrás?
Y es mujer… ¡La quiero ver!
-Acércate y la verás.
-Di papa, ¿y esa mujer
es igual que las demás?.
-No es igual; pero, no obstante,
todas parecidas son,
pues, lo mismo que el gigante,
tienen hermoso el semblante…
¡y el corazón de cartón!.
-¡Ya llega otro… y otro… sí!
¿Y quiénes son esos, di?
-Son retratos en colores,
de esos graves pensadores
como hay muchos por ahí.
De inmóvil fisonomía,
que hablan poco, y hablan tarde,
y se pasan noche y día
haciendo ostentoso alarde
de inmensa sabiduría.
-Y esos últimos que veo?
¡Son negros! ¡Qué atrocidad!
¡Qué rostro tienen tan feo!
Si son negros como creo
serán muy malos ¿verdad?
-No tanto como supones.
En el mundo ¡cosa rara!
hay otros… santos varones,
que tienen blanca la cara…
¡y negras las intenciones!.
Ya acabaron de pasar.
Ya se alejan tan gentiles
bailando a todo bailar
esa danza popular
de gaitas y tamboriles.
¿Quieres seguirles? ¡Corriente!
Si eso te ha de divertir
corre alegre entre la gente,
pero ten siempre presente
lo que te voy a decir.
Sé humilde tu vida entera.
Huye siempre de un encuentro
con esa gente altanera
que va mostrando por fuera
lo que no tiene por dentro;
y piensa que hay mil farsantes
de apariencia fanfarrona,
muy soberbios, muy boyates…
¡y son como los gigantes,
los gigantes de Pamplona!
En la Casa de Misericordia de Pamplona se conserva enmarcado un autógrafo, con dibujo de Enrique Zubiri*; el poema, fechado en julio de 1903, dice:
“¡Asilo bienhechor! ¡Santo retiro!
¡Con qué veneración tus puertas miro!
¿Quién sabe si serás mi albergue ansiado
cuando allá en mi vejez, con mano inquieta,
llame a tu puerta, pobre y olvidado … ?
Para llegar a ti ya llevo andado
la mitad del camino… ¡soy poeta.”.