INFANZONES, JUNTAS DE
INFANZONES, juntas de
Nacen como asociaciones de defensa mutua entre individuos que tienen unos intereses comunes. Este fenómeno, que alcanzó su máxima expresión en la Baja Edad Media, cristalizó en Navarra por causas distintas que en Castilla y Aragón. En Aragón las juntas eran parte integrante de la administración y los sobrejunteros del reinado de Jaime I los nombraba el monarca en un intento consciente de división del territorio basada en fronteras naturales. Las juntas navarras fueron más tempranas que las castellanas, que nacieron a fines del siglo XIII, pero no agrupaban como éstas a los moradores de una ciudad, sino a los miembros de una clase social o de varias localidades con los mismos intereses. Por su carácter político tuvieron una duración más corta que las castellanas.
La más famosa es la de los infanzones de Obanos que guarda notables similitudes con la alavesa Cofradía de Arriaga. Ambas tienen en común su composición nobiliaria. Régimen electivo, defensa de privilegios estamentales y pérdida final de su carácter clasista. Gracias a una información bajo forma de encuesta, practicada en 1281, se puede conocer el origen, desarrollo y funcionamiento de esta institución. La Junta nació en el reinado de Sancho el Fuerte para defenderse infanzones, labradores y eclesiásticos de los atropellos del ricohombre Iñigo Martínez de Subiza. Inicialmente formaban parte de la asociación ricoshombres y caballeros de la cuenca de Pamplona. El rey la autorizó, ya que al perseguir a los malhechores reemplazaba con eficacia a su poder ejecutivo. Como testimonio de esta legalidad, confirmaba al cabo o mayoral de la Junta. Sus miembros juraban defenderse mutuamente y respetar sus compromisos bajo severas penas. El responsable máximo era el cabo, o mayoral, encargado de la ejecución de las justicias. Con él actúan los dos mayorales o sobrejunteros, representantes de otras tantas comarcas del reino a las que se había extendido la Junta. Inicialmente apercibían al malhechor para que enmendara el daño y este podía solicitar fiador al cabo o a los mayorales. Si no lo hacía, los junteros con el cabo al frente “içaban apellido” y saqueaban los bienes muebles e inmuebles del delincuente. En el reinado de Sancho el Fuerte la Junta se reunió en Miluce, Arteaga y sobre todo en Obanos, que terminaría prevaleciendo como sede. Cuando Teobaldo subió al trono de Navarra (1234) trató de combatir a la Junta con todos los medios a su alcance, ya que usurpaba funciones jurisdiccionales propias del soberano y, al pretender intervenir en el gobierno, podía ser un peligro para su autoridad. Utilizó el apoyo del obispo de Pamplona, obtuvo bulas pontificias excomulgando a los junteros e incluso acudió al soborno de los sobrejunteros. Las medidas conciliadoras, como la ordenanza sobre el modo de probar la infanzonía (1237) y la inclusión de 20 infanzones en la comisión redactora del Fuero Antiguo (1238), no dieron, al parecer, resultado.
La Junta siguió funcionando, aunque los mayorales fueron nombrados sin el consentimiento del rey. Trató sin éxito de asociar a su movimiento a los burgueses de Tudela y rechazó como miembro al obispo de Pamplona. Los ricoshombres, atraídos por el soberano mediante la concesión de honores, se alejaron de la masa de los infanzones y fueron objeto de numerosas justicias por parte de la Junta. Al comienzo del reinado de Teobaldo II, los infanzones y caballeros se unen a la alta nobleza para exigir al monarca un juramento de respeto a los fueros de Navarra. La política autoritaria del rey provocó el descontento de la baja nobleza, que siguió agrupándose en la Junta de Obanos hasta la muerte de Enrique I. En 1274 intervino en las negociaciones para ofrecer la corona de Navarra al infante Pedro de Aragón. Para forzarlos a disolver la Junta, el gobernador Eustaquio de Beaumarchais ofreció a los infanzones hacerles justicia, a cambio de juramentos individuales de fidelidad a la reina Juana. En torno a 1280 resurgió la Junta de Obanos ante la creciente intervención del rey de Francia en el gobierno de Navarra. En 1281 se practicó una encuesta para demostrar la ilegalidad de las juntas. En 1289 al menos 21 caballeros tuvieron que obligarse a abandonar la asociación, que ahora agrupaba a infanzones y buenas villas. En la práctica el gobernador tuvo que reconocer su poder y en 1291 solicitó su aquiescencia en cuestiones monetarias.
La unión se restableció en 1297, obligando al gobernador a llegar a un acuerdo con ella (1298). En 1299 la Junta abarcaba cinco comarcas: Miluce (cuenca de Pamplona y de los afluentes del Arga), Arteaga (valles de Erro, Urrobi, Urraúl y Salazar), Irache (Merindad de Estella), Ribera (zona de Tudela y riberas del Arga, Cidacos y Aragón, quizá hasta Tafalla y Olite) y Obanos (valles de Ilzarbe, Orba y Aibar). Para cada una de las comarcas existían varios sobrejunteros, en lugar de uno sólo como a mediados de siglo, en cada zona se documentan además consejeros, en número doble al de sobrejunteros. No hay referencias al cabo o mayoral, que parece haber sido reemplazado por una dirección colegiada: las decisiones las toman conjuntamente todos los sobrejunteros y consejeros.
En 1305 se reprodujeron los enfrentamientos con el poder público. Se conserva una relación parcial de multas impuestas a individuos y villas enteras que pertenecían a la Junta en 1314. Las primeras predominan en las Merindad de Montañas y zona media, mientras que resultan sancionadas casi todas las villas de la Ribera. En este momento integran también la Junta 143 eclesiásticos, entre ellos casi todos los capitulares de la catedral de Pamplona. Además la asociación entera fue multada con 5.000 libras en 1314 y 1318.
Tras el alzamiento de Juana II y Felipe de Evreux en 1329, las juras y juntas del reino quedaron disueltas. Los documentos de la Junta y su sello con la famosa divisa Pro libertate patria gens libera state, quedaron depositados en el convento de los Dominicos de Pamplona. En 1351 la presión fiscal de Carlos II provocó el descontento de los labradores que trataron de crear una cofradía o junta. El rey la sofocó con energía, mediante varias ejecuciones en el puente de Miluce.
A fines del siglo XIV se documentan hermandades no clasistas, destinadas a la persecución de malhechores, con sus propios alcaldes o bien un comisario por cada merindad. Las Cortes de Olite crearon una en 1450, presidida por el alcalde de Pamplona. A fines del siglo XV recibe el nombre de Santa Hermandad y se renueva anualmente. Podía movilizar una fuerza de 60 caballeros. En 1510 las Cortes la suprimieron por “ser sin ningún fruto ni provecho para el regno”. En 1511 el rey trató sin éxito de restablecerla.