GUÍRIOR, MANUEL DE
GUÍRIOR, Manuel de
(Aoiz, 1708-Madrid, 1788). Militar. De familia aristocrática emparentada con San Francisco Javier* ingresó en la armada en 1733. Tomó parte en la guerra de los Siete Años, concretamente en la defensa de las Antillas contra los ingleses, entre 1761 y 1763, y luego en las luchas del Mediterráneo contra los piratas berberiscos. En 1769 ya era jefe de escuadra y en 1774 teniente general.
Sus cargos principales radicaron en ser virrey de Nueva Granada (entre 1772 y 1776) y virrey del Perú (entre 1776 y 1780). En ambos casos desarrolló una obra de gobierno importante, amplia y de gran variedad de asuntos. Por una parte se esforzó en asegurar el ejercicio del poder sobre los indígenas más desvinculados de las autoridades virreinales (entre ellos los indios motilones), combinando en todos los casos el empleo de las armas para reducir rebeldías e insurrecciones con el envío de misioneros que procurasen dar luego el fundamento religioso y cultural de la época. Fomentó la economía y procuró seguir una política fiscal que no ahogara la producción interior y que la defendiera de las importaciones. Se ocupó asimismo de la organización propiamente administrativa, tanto civil como eclesiástica. En este último ámbito, logró que las diócesis de Quito y Panamá, hasta entonces sufragáneas de Lima, pasasen a serlo de Santa Fe de Bogotá, a fin de adecuar en mayor medida los límites y las jerarquías eclesiales a las civiles. Procuró también el desarrollo de la cultura, reorganizando las enseñanzas universitarias. Con las librerías de los colegios jesuíticos del virreinato se formaría así, ya en 1777 la Real Biblioteca de Santa Fe.
En 1775, fue nombrado virrey del Perú, adonde se trasladó en 1776, y donde siguió pautas semejantes a las de su fecundo gobierno en Nueva Granada. Allí, no encontró las dificultades que halló en Nueva Granada para ejercer su autoridad sobre los indígenas. Pero hubo de habérselas en cambio con algunas de las primeras rebeliones de mestizos cuzqueños; rebeliones de finalidad oscura, que han sido interpretadas durante mucho tiempo como independentistas pero que obedecían más bien al malestar creado por las reformas fiscales que caracterizaron el reinado de Carlos III (VI de Navarra) y, más aún, por los abusos de las autoridades locales. Paradójicamente Guírior se esforzaría en evitar tales actuaciones y esto contribuyó a enfrentarlo con el visitador José Antonio Areche, quien a su vez provocó con ello la importantísima sublevación de Tupac Amaru, que comenzó no obstante cuando Guírior abandonó el virreinato, en 1780. A Tupac Amaru hubo de hacerle frente su sucesor, que fue el también navarro Agustín de Jaúregui y Aldecoa*.
Como en Nueva Granada, Guírior estimuló en Perú la economía, en todos sus sectores, dando especial importancia a la supresión de las trabas administrativas que pudieran entorpecer el comercio y a la mejora de la explotación de las minas de azogue de Huencavélica, cuya producción era muy necesaria para la extracción de la plata.
En el terreno estrictamente administrativo, realizó la segregación del territorio del virreinato del Perú que, por decisión de Carlos III (VI), pasó a constituir en 1776 el virreinato del Río de la Plata. Y adoptó las precauciones militares para defender las costas al declararse la guerra con Inglaterra en 1779. En el ámbito eclesiástico se hizo cargo de la readaptación de las instituciones abandonadas -forzosamente- por los jesuitas expulsados; así, convirtió el Colegio chileno de San Pablo en Colegio de caciques, encargó las antiguas misiones jesuitas a los franciscanos y procuró que las iglesias que regían aquellos fueran atendidas por otros religiosos o por clérigos seculares. En lo más propiamente científico, recibió y amparó la expedición científica de 1778 que elaboró y editó más tarde la fundamental Flora peruviense.
Como se hacía con todos los funcionarios españoles de América Guírior fue sometido a su regreso a España al correspondiente juicio de residencia, en el que en principio pesaron las acusaciones de Areche. Sin embargo, la sentencia -emitida ya en 1785- fue favorable a Guirior, a quien se recompensó simbólicamente con el título de marqués de su nombre; en tanto que el consejo de Indias procesaba a Areche, condenándolo en 1789 finalmente -por falsedad en las denuncias que formulara contra el navarro- a indemnizar a la viuda de éste, que había muerto en 1788, además de privar al visitador de todos sus cargos y a confinarse en Bilbao.
Bibliografía
V. Palacio Atard, Areche y Guirior: observaciones sobre el fracaso de una visita al Perú (Sevilla, 1946). E. Zudaire, Manuel de Guirior (Pamplona, S.A., “Temas de Cultura popular”, 143).