GASTRONÓMICAS, SOCIEDADES
GASTRONÓMICAS, Sociedades
El navarro ha sido tradicionalmente un pueblo que rinde culto al buen comer y beber. A ello se une la costumbre, principalmente de los hombres, de reunirse alrededor de una mesa para degustar les guisos preparados por uno de los comensales. De esta forma han surgido numerosas sociedades gastronómicas, zurracapotes y piperos.
En 1984, sobrepasaban el centenar y medio las censadas oficialmente, de las que 35 pertenecían a Pamplona.
En los pueblos ha influido en su favor la desaparición de las antiguas tabernas, hoy transformadas en bares modernos, a donde los hombres del campo marchaban, tras el trabajo, con su tartera para cenar con los amigos. De la misma forma la creación de las cooperativas dejaron sin vino y sin vida las viejas bodegas particulares, donde se organizaban numerosas meriendas.
En general, sus instalaciones cuentan con la obligada y amplia cocina, comedor, almacén, servicios, en algunos casos aumentadas con otras dependencias como bar y sala de estar. Prácticamente todas las sociedades tienen una organización similar. A excepción de alguna de ellas, están compuestas únicamente por varones, que deben tener un mínimo de edad, siendo el número de socios limitado. Cuando hay plazas vacantes, el aspirante es presentado por dos de ellos y su solicitud expuesta en el tablón durante 15 días, en los que puede ser vetado. A su ingreso, aporta una cantidad de dinero, pasando a ser copropietario de los locales, generalmente propiedad de la sociedad, pagando luego una cuota en concepto de mantenimiento, que en alguna de ellas se congela cuando el socio llega a su jubilación laboral. Está también previsto el ingreso del hijo de socio fallecido.
En general la asistencia de la mujer está prohibida. Las sociedades más estrictas autorizan su presencia en algún día concreto del año, aunque otras no lo sean tanto y permitan su concurrencia únicamente los domingos, aunque siempre de meras invitadas. En cambio, un socio puede llevar a cualquier amigo que no lo sea.
El buen funcionamiento de estas entidades se basa esencialmente en la honradez de sus miembros. La sociedad facilita a sus componentes una amplia existencia tanto de vinos y licores, como de diversos ingredientes y condimentos, cuyos costos, así como los de cocina y servicio, figuran en una lista. El socio, al final del servicio, rellena un sobre impreso, donde anota lo consumido y deposita el dinero. El éxito es que jamás falta dinero, ya que en caso de duda, se pone por encima de lo consumido.
Como es normal en nuestra tierra, los miembros son de diversa procedencia social, económica e intelectual, unidos por una gran amistad y respeto mutuo. Hablar de política está prohibido. Los tipos de guisos que se hacen son variadísimos, generalmente siguiendo el calendario gastronómico, con poca “nueva cocina” y sí mucha nostálgica, resucitando las viejas recetas. Cocina ortodoxamente hecha, limpia, meticulosa, sin prisa ni falsos trucos, y sin otro pago que la satisfacción de haber dado un placer a los comensales.
A donde se vaya, pueblo grande o pequeño, presumen de sus sociedades. Se trata, en el fondo, de un fenómeno social que tiene por base un indudable bienestar económico y un fondo atávico de alegría y buen estómago, virtudes que suelen ir parejas.