ENCIERRO
ENCIERRO
En términos taurinos se refiere a la introducción de los toros en la plaza, donde se celebrará la corrida. En la actualidad se trata de maniobra simplista: se desencajonan los astados en el ruedo, o corral apropiado, abriendo las cambretas embarcadas en la dehesa.
Antiguamente constituía la última etapa del traslado de las reses bravas desde la ganadería originaria; complemento del encierrillo, con las luces del amanecer se conducían mansos y toros, atravesando la zona habitada hasta la plaza pública, convertida en coso. En Navarra persistió la tradición, tolerada por las autoridades estatales y, para Pamplona, especificada en el artículo número 46 del vigente Reglamento taurino, se conserva el encierro en su primitivo modismo, e incluso se habilitan locales especiales para poder desarrollarlo con la sola finalidad de crear espectáculo, que reproduce la ancestral “entrada” al núcleo poblacional. Los cornúpetas transitan a la carrera por calles y plazas, acompañados y precedidos por corredores. Para evitar que las reses se desmandasen desde los primeros años se colocaron vallas y se alertó al vecindario, dada su peligrosidad potencial. Un jinete iniciaba la carrera, a su vera cabalgaba un empleado municipal tocando el cornetín, seguían a corta distancia toros arropados por mansos, manejados por pastores. La distancia y las peculiaridades del trayecto determinaron rasgos característicos locales. Contemplado como espectáculo por la mayoría del vecindario arracimado en tramos distintos, algunos hombres participaban en su desarrollo y, hacia el último tercio del siglo pasado los jinetes fueron reemplazados por mozos lugareños, convertidos en guías de las reses bravas. El progresivo aumento de estos corredores obligó a dictar disposiciones prohibitivas, ordenadas por los respectivos ayuntamientos.
El encierro se ha convertido en un espectáculo multitudinario, número cumbre de las fiestas patronales, con una resonancia que atrae, sobre todo el de Pamplona, a gran número de personas. Los encierros poseen un común denominador y acusan caracteres propios localistas; en ocasiones con nombres específicos, como “El Pilón” de Falces, mezcla de encierrillo y encierro: las vacas bravas bajan del monte por una senda de fuerte pendiente, bordeada por un barranco.
Hay que diferenciar los encierros con toros, tradicionales en Pamplona y Tafalla (últimamente también en Tudela y Sangüesa), de los de vacas bravas. Cabe asegurar que si los toros van hermanados, unidos y agrupados por numerosos cabestros, la peligrosidad es relativa, al tratarse de una “masa” de animales inmersos en un ambiente hostil del que se esfuerzan por huir; pueden atropellar sin embestir. Por el contrario, si los cornúpetas se desligan entre sí, se ocasionan trances de suma peligrosidad, al reaccionar el animal instintivamente, defendiéndose sin apoyarse en sus congéneres, al prescindir del espíritu gregario propio de los bóvidos, que determina conductas conjuntas contra estímulos ambientales que intuyen peligrosos.
Aunque cada pueblo navarro siempre resalta las peculiaridades de su propio encierro, no hay duda que el de Pamplona ha sido el único que ha cobrado fama internacional. Número cumbre de los Sanfermines, no era antiguamente una representación genuina de las fiestas, ni un acto oficialmente organizado. Suponía un quebrantamiento de la Ley que se impuso a través de los siglos hasta que las autoridades cedieron en 1867, al dictar las primeras Ordenanzas sobre el encierro, con las que se le aceptó legalmente. En la segunda mitad del siglo XVIII las reses se entraban dentro del recinto amurallado y se acubilaban en las proximidades del portal de Rochapea; a partir de 1843, en que se celebró la última corrida en la Plaza del Castillo, durante varios años la manada entró por la puerta de San Nicolás (actual iglesia de los P.P. Redentoristas en calle San Ignacio). Desde el siglo XIV hasta 1843, inclusive, el encierro subió por Chapitela.
Desde 1844 hasta 1847, los toros entraron por el portal de San Nicolás hasta la primera plaza de toros estable que se construyó en Pamplona, situada en donde hoy está el Teatro Gayarre y terrenos próximos.
En los años 1850, también entraron los toros por el portal de San Nicolás, pero en vez de girar a la derecha lo hicieron hacia la izquierda, hasta la plaza del Vínculo, en donde se instaló una plaza de toros portátil.
En 1852 se inauguró la plaza de toros “vieja”, en el mismo sitio en que se construyó la primera y que tal mal resultado dio. Por inercia continuaron entrando las reses por el portal de San Nicolás hasta 1855 ambos inclusive. En 1856 se corrió por primera vez delante de los toros por la Estafeta. Aquellos encierros desde el portal de Rochapea continuaron celebrándose hasta 1860.
Desde 1861 las toradas entraron nuevamente por San Nicolás, a pesar de que la mayoría de los pamploneses pedían encierros a la antigua usanza. Y es a partir de 1867 cuando definitivamente se llevaron. El recorrido tradicional tiene una longitud de 825 metros y discurre desde los corralillos habilitados en la cuesta de Santo Domingo (antiguo baluarte de la Rochapea) por la Plaza del Ayuntamiento, calles Mercaderes, Estafeta, arranque de Amaya y Plaza de toros.
En 1848 no se celebraron los Sanfermines por motivos políticos; tampoco en 1849 hubo corridas porque el coso taurino, construido hacía cinco años, amenazaba ruina; la contienda civil también provocó su suspensión en los años 1937 y 1938; y lo mismo ocurrió a raíz de los incidentes del 8 de julio de 1978.
El encierro comienza a las seis de la mañana, hora solar, aunque en 1990 la hora oficial era las ocho de la mañana. Al respecto es conocida la copla de Ignacio Baleztena: “Levántate pamplonica/ y pega en la cama un brinco/ que acaban de dar las cinco/ y el encierro es a la seis./ Al que no corra los toros/ por la calle Estafeta/ le mandan hacer puñetas/ por ser mal pamplonés”.
A raíz de que las monjas de la Caridad colocaran en una de las ventanas del antiguo Hospital Militar un altar dedicado a San Fermín, nació el acto en el que, cinco minutos antes del encierro, los mozos piden al Santo protección en su carrera ante los toros. La plegaria dice: “A San Fermín pedimos/ por ser nuestro patrón,/ nos guíe en el encierro/ dándonos su bendición”. El canto se repite a falta de tres minutos y, por último, un minuto antes de dispararse el cohete iniciador de la salida de los toros. En 1981, el Ayuntamiento construyó en el muro de contención de la calle Santo Domingo una hornacina con el pequeño altar iluminado y adornado con flores, debajo del cual figura el escudo de la ciudad y los emblemas de las peñas.
La carrera, con una duración aproximada de dos minutos, aunque también se recuerdan recorridos que han supuesto casi once minutos, ha provocado a lo largo de los años la muerte de varios mozos, heridos al ser corneados por los toros o a causa de los golpes recibidos. Desde el 13 de julio de 1929 se han documentado una docena de corredores fallecidos; el primero de los cuales fue Esteban Domeño Laborda, sangüesino de 22 años, cogido por un toro de Santa Coloma, y los últimos el cirbonero de 26 años José Antonio Sánchez Navascués y el vecino de Orellana la Vieja (Badajoz), de 29 años, Vicente Risco Sierra, empitonados por el toro de Salvador Guardiola “Antioquío”, el 13 de julio de 1980. También se recuerda al murube “Semillero” que el 10 de julio de 1947 segó la vida de otros dos mozos.
Después del encierro los cabestros que acompañan a los toros son conducidos de nuevo hasta los corrales del Gas. Hasta 1972 regresaban a pie desde la plaza de toros, guiados por los pastores; posteriormente se utilizó el camión.
En 1979 comenzaron a celebrarse encierros “txikis” en la calle Estafeta, media hora después que el de los mayores. La suelta de una docena de becerros desde un camión resultó controvertida por su potencial peligro y en 1988 fueron suprimidos de las fiestas.
Otro singular encierro tiene lugar en los últimos años cuando al día siguiente de Sanfermines, los mozos más trasnochadores corren delante de la primera villavesa que sube por Santo Domingo. Esta práctica se llevó a cabo en 1989 con carácter multitudinario.
El recorrido del encierro también ha servido de escenario a varias pruebas deportivas. El 2 de julio de 1967, organizado por “El Pensamiento Navarro” se celebró la I Carrera del Encierro en la que resultó vencedor J.M. Azcona del Boscos. El 29 de noviembre de 1971, “El Norte Deportivo” organizó el I Cross del Encierro, con victoria de Enrique Sánchez Sacristán que invirtió 2 minutos y 10 segundos. En abril de 1980 la peña “La Jarana” convocó el II Cross en el que venció Jesús Armendáriz, con un tiempo de 2 minutos y 27 segundos. El 16 de mayo de 1982, años del III Cross, el primer premio fue nuevamente para Enrique Sánchez Sacristán que logró un tiempo de 2 minutos y 13 segundos.
El encierro ha sido fuente de inspiración también de otras coplas sanfermineras. “La Jarana”, en su pasacalle más popularizado, dice: Pamplonica, pamplonica/ si el encierro has de correr/ sal prontico a la Estafeta/ que las siete van a ser./ No le tengas miedo al toro/ y corre del principio al fin/ que el capote de los quites/ lo maneja San Fermín.
La vieja “Veleta” dedicaba igualmente su cancioncilla al encierro: Para ser pamplonica/ hay que ser buen corredor/ y correr en la Estafeta/ con bravura y con valor.
“La Única” canta: Ya m´ha dicho la Francisca/ que me quiere ver correr/ en “ensierro” que le dicen/ miedo, no hay que tener.
Claro que “también le dice la Francisca”: que me quiere ver bailar/ por el Paseo Valencia/ mucho que le hace gustar.
Y “Aldapa”, en su pasacalle, cita a todos: Delante de los toros/ allá en el callejón/ los de la Peña La Aldapa/ que valientes son./ Allá van, allá van/ corriendo en el encierro,/ son duros como el hierro,/ ¡Ay, madre, qué emoción!
No faltan los del “Irrintzi de Iruña” a la obligada cita: Joshe Mari, levántate pronto/ “mía” q´el auto, en la plaza ya está/ y si ranca y te quedas de apata/ al encierro no vas a llegar.
El “Bullicio” reta de cerca con este pasacalle: Los valientes pamplonicas/ al correr en el encierro/ dejan acercarse al toro/ por gozar de la emoción./ A la plaza van los “guindas”/ y si grita algún guasón/ ¡¡el cohete… pumba!!/ de cabeza al callejón./ Tres cosas tiene Pamplona/ y muy castizas las tres/ el encierro, las chavalas/ y el Bullicio Pamplonés.
La “Armonía Chantreana” aconseja a sus muchachos que corran en el encierro: No les mires a las chicas/ ni te acuerdes de su amor/ que los toros vienen cerca/ y ese negro es muy traidor./ Si los toros corren ligeros/ y atizando vienen detrás/ ¡ay, morena, no pases pena!/ que los chantreanos corremos más.
Bibliografía
L. del Campo, Historia Trágica de Encierro de los toros (1978). Historia del Encierro de los toros(1980) . Psicología del corredor del encierro de los toros (1982). J.J. Arazuri, Historia de los Sanfermines (Pamplona, 1984). J.L. Larrión Coplas de San Fermín, Caja de Ahorros de Navarra.