BORDADO
BORDADO
Labor de relieve ejecutada con aguja e hilo sobre un fondo ya existente que se perfora. Los soportes más frecuentes son los diversos tipos de telas: brocado, brocatel, tisú de oro o plata, damasco de suntuosa seda, terciopelo, chamelote, catalufa, siendo la más extendida el tafetán por su mayor resistencia a admitir las numerosas puntadas, perdurando en el tiempo sin deterioro. Los tipos de bordados son numerosos, como los de aplicación o sobrepuesto, de realce, de canutillo, de cadeneta, de punto plano y el de punto de matiz, en el que las puntadas de hilos de seda de distintos colores y tonos, son muy finas y se armonizan las tonalidades sin una línea que las separe, tomando el aspecto de una verdadera pintura.
Los bordados de la época románica son sencillos, pasando el hilo de seda sobre los de plata u oro y debajo de la tela sin que estos la atraviesen. Se emplea la cadeneta para bordar en seda de color. En el gótico se dan muchos bordados de sobrepuesto, de los que ya existe algún ejemplo románico y se continúan los anteriores con gran perfección. Se trata sobre todo de bordado de “imaginería”, que constituye escenas. Ya avanzado el Renacimiento se usa el bordado de gran realce y el de canutillo. De ésta época es el “bordado al romano” en el cual la decoración es a base de medallones, cartelas, acantos y otros motivos renacentistas. Los siglos posteriores empleaban sus repertorios decorativos propios.
En Navarra se conservan buenos ejemplos de las diferentes épocas y estilos artísticos, si bien, desigualmente representados en número y calidad. Pieza gótica del siglo XIV, es el Cuello del Alba del Obispo Arnaldo de Barbazán que se conserva en la catedral de Pamplona, con siete medallones tetralobulados que alojan bustos de Cristo, la Virgen y Santos, realizados mediante aplicación de las técnicas de punto de relleno, cordoncillo y matizado. Del que sería suntuoso ajuar litúrgico del siglo XV, resta un terno rojo de fines de la centuria, con influencia flamenca en el bordado, en la parroquia de La Asunción de Cascante.
La época de mayor auge del bordado en Navarra, a juzgar por los ejemplos conservados, es el siglo XVI. No hay indicaciones precisas sobre los bordadores en el Reino durante la primera mitad del siglo, si bien es de suponer que habría talleres de bordado en Pamplona y otras ciudades principales, como los conocemos en Toledo, Zaragoza o Valencia. Dentro de la centuria sobresalen las obras manieristas, numerosas y de elevada calidad. Destaca el terno de las Calaveras de Corella, decorado con estos motivos, obra del maestro Alonso de Morales del año 1580. Asimismo sobresale el terno rojo de Santiago de la Catedral de Tudela, con un bello bordado del Apóstol a caballo. Pero sin duda, el conjunto más completo e interesente se halla reunido en La Iglesia de Santa María de Viana. Entre el ajuar litúrgico que posee destaca el terno blanco que tradicionalmente se ha estado atribuyendo a la generosidad de Cesar Borgia, afirmación gratuita y errónea. Consiste en una casulla, dos dalmáticas con sus collares y dos paños de atril. Fue contratado en 1549 y parece obra de Hernando del Busto. Procedentes de la parroquia de San Pedro son un terno rolo y otro carmesí que combinan la modalidad “al romano” con la de “imaginería”, presentando gran diversidad y finura de grutescos junto a una iconografía manierista de teatrales posturas y abundantes ropajes; se trata en su mayoría de medias figuras sobre fondos de paisaje y arquitecturas. Son obra de Pedro de Bosque, tasada en 1584. Otro terno rojo, algo posterior, está decorado con temas geométricos organizados en torno a un eje vertical. Lo realizó en 1604 Pedro Martínez de Álava con la ayuda de Miguel de Sarasa. Es asimismo sobresaliente el terno de brocado carmesí de la Parroquia de San Nicolás de Pamplona, bordado a la estofa. En 1576 se fecha el de San Saturnino de Pamplona, que debió de ser de terciopelo carmesí, hoy aprovechado en damasco moderno, con la vida de San Cernin bellamente recamada. Al bordador Miguel de Sarasa, que en 1591 aparece documentado en la arroguia de Maquirriain y poco después en la de Burlada, se atribuye el terno manierista de la Iglesia de San Juan de Peralta, reaprovechado en telas de XIX. En los ternos de San Cernin de Pamplona y San Juan de Peralta, los dibujos ofrecen perfectas analogías con los asuntos pintados por Juan de Landa. Las iglesias parroquiales de Dicastillo, Goñi y Lodosa conservan otros ternos de gran riqueza con bordados de motivos “a candelieri” de exquisito colorido.
A mediados del XVII el arte del bordado decayó desapareciendo el sistema de bordado en oro y sedas del tipo de estofa historiada. Los restos, menos numerosos, reflejan la inclinación del barroco por el lujo y el color. A principios de esta centuria tiene taller en Pamplona Francisco Colomea, documentado en la parroquia de Izurdiaga. Miguel de Azcárate que en 1626 realiza obras para Milagro y Pedro de Unzueta, a cuya muerte el año 1648 se hizo un inventario por el que se conoce la obra que tenía realizada y la por cobrar.
En el silo XVIII, la iglesia de Santa Mana de Viana encargó las obras más costosas. En 1754 un terno de plata de Imperiosa morada en Valencia y, en 1758, otro de tisú con cinco capas, para las que el platero Juan de Cibiriain hizo los broches. En esas preciosas telas la ausencia de figuración es casi total, con predominio de lo floral mezclado con elementos de rocalla. De 1763 es el terno de los Aguado, de origen genovés, que se conserva en el Museo de Arte Sacro de Corella. Los Arcos, Lodosa, Milagro y Peralta poseen destacadas prendas rococó, obras las dos últimas de los bordadores José Velat y José Estruch realizadas en Barcelona en torno a 1770. Ya en el siglo XIX, merecen mencionarse las siete capas blancas con bordados en oro y sedas de colores fabricadas en Toledo el año 1806 y el terno llamado de los Pozos por ostentar este dibujo, piezas de gran valor artístico que pertenecen al Museo de la Catedral de Pamplona.
Bibliografía
S. Alcolea, Artes decorativas en la Espada Cristiana. Ars Hispaniae XX (Madrid. 1975). P. 387; J. Cabezudo Astráin, Pintores, escultores y bordadores pamploneses del siglo XVII en Príncipe de Viana (1958) p. 28-29; T. Biurrun Sotil, La escultura religiosa y Bellas Artes en Navarra durante la época del renacimiento (Pamplona, 1935) p. 458-468; J. C. Labeaga, Viana monumental y Artística (Pamplona, 1984) pp. 330-334 y 345-346; M. C. García Gainza, y otros Catálogo Monumental de Navarra I, II, III. (Pamplona, 1980-1985); M. A. del Burgo, La catedral de Pamplona (León 1977) p. 92.