TAURINOS, CONTRATOS
TAURINOS, contratos
Los documentos sobre corridas de toros en Navarra durante la época primitiva, indican que algunos “corredores” habían sido “llamados” por los ayuntamientos, mientras otros llegaban espontáneamente. Cabe distinguir por lo tanto los llamados, apalabrados o contratados, y los que solicitaban permiso para mostrar su habilidad y arte. Todos son gratificados pero las diferencias en los honorarios, siempre bajos, suelen ser notables, perciben salario menor los calificables como desconocidos o novatos en el lugar. En el siglo XVIII cambia la denominación documental de estos diestros, superponibles por toreros de banda y ventureros, que usan distintivo que jamás se les otorgó en el siglo XVII. Se emplea con frecuencia la palabra “ajustes”, que denota especie de componenda tras algo que encaja por diferencias entre las partes, de donde se deduce que al corredor de toros se le gratificó pero al toreador de banda (Bando* y Toreador) se le ajusta en un precio precedido de algún “tira y afloja”; en consecuencia, conforme transcurren los años, el diestro taurómaco posee arrestos para reforzar su personalidad económica y plantea reivindicaciones.
Se conservan centenares de libranzas, o papeles escritos donde consta lo pagado a los diestros, con el requisito de la firma del recibí, individuales o de uno para toda la cuadrilla, sin que falte en ocasiones coletilla de los regidores dando fe de lo cobrado por tratarse de gentes analfabetas; en cambio, no aparece el menor indicio en Navarra de escrituras redactadas en forma de contratos, detalle que pudo ser debido a ser iletrados la mayoría de aquellos diestros, o simplemente por que la palabra establecida resultaba compromiso sagrado en su tiempo. A partir de las dos últimas décadas del siglo XVIII, los toreros son ya profesionales y los “ajuntes” acusan cada vez mayor dificultad, siendo difícil se llegue a un acuerdo rápido, por lo que surge como preliminar un “chalaneo” del que se conservan abundantes testimonios en Navarra, mediante cruce de cartas con proposiciones y réplicas. A tal circunstancia se debe la aparición de personaje desconocido hasta entonces en el mundillo taurino, “el apoderado”, en un principio amigo y partidario del diestro, dispuesto a defender sus intereses, después sustituido por el profesional de negocios taurinos.